Hay costumbres de siempre que se mantienen porque gustan a todos, que nadie quiere dejar perder y que, por eso, son imbatibles. Es lo que les pasa a algunos guisos, algunos platos y a aromas que nos hacen viajar en el tiempo a otras épocas, a la infancia o a la casa de los abuelos y las reuniones familiares.

En la Granja El Enebral los sábados nos ponemos todos de acuerdo. No hay carta, impera la unanimidad. Porque no existen las discrepancias cuando la calidad es la norma en la mesa y el buen gusto está garantizado, el buen gusto del lechazo.

La comida de los sábados en la Granja El Enebral

La llegada del viernes es intensa para los niños y aún más la primera mañana en la granja, con el contacto directo con los animales que tanta ilusión les hace. Y, después de un desayuno potente, el día empieza sobre ruedas… o a pie.

Habrá familias que salgan de El Enebral en coche rumbo a destinos rurales para conocer algo de historia, mientras que otros preferirán adentrarse en la naturaleza por su cuenta. Senderismo, trekking, paseos a caballo, en bicicleta… las posibilidades son ilimitadas y cada uno encuentra un plan a su medida.

A la vuelta, después de una escapada de unas horas, en la granja se encuentra refugio y un buen aperitivo. A muchos, más que un picoteo, les parece ya una comida entrada en materia, porque tiene de todo:

  • Choricitos asados.
  • Morcilla.
  • Croquetas.
  • Queso.
  • Jamón.
  • Patatas fritas chips artesanas.
  • Olivas gigantes.
  • Pollo de corral asado.

Con el sabor del horno de leña, no parece que quede sitio para nada más. Los niños tienen para elegir y no hay ninguno que no elija probar ese pollo tan bueno que sabe a campo. Pero el aroma del lechazo en la brasa es difícil de resistir.

El lechazo al horno de leña de El Enebral

El plato fuerte de la comida de los sábados en la granja El Enebral es el lechazo al horno. Con este plato solo queda dejarse llevar por los sabores de toda la vida. Un asado tradicional que nos ayuda a poner rumbo a una sobremesa que será muy recordada.

Pero, antes de relajarse del todo y perder completamente la noción del tiempo, si es que había alguien que aún la tuviera, desde la cocina vuelven a aparecer cargados. Llegan los cafés, y no vienen solos.

El acompañamiento merece mención aparte. Para los niños una mousse de chocolate que llama la atención y para los mayores un pastel de milhojas de nata y crema delicioso. Todo es artesano, todo elaborado con ingredientes naturales, muchos de ellos de la propia granja. Y lo mejor de todo es que, desde el momento del aperitivo hasta que se decide pasar a la sobremesa, se puede repetir de todo tantas veces como se quiera.

Igual que en casa, con esa tranquilidad, cómodamente y sin prisas. Con la satisfacción de haber pasado un día inmejorable y del que aún quedan unas cuantas horas por delante para seguir disfrutando, como nunca, con esas vistas de la sierra y en buena compañía.